Habituación, sensibilización y bromitas de oficina


Saludos de nuevo. No, esta vez no os voy a hablar de estadística, así que podéis quedaros, no os marchéis, que haya calma.

Llevaba tiempo buscando una excusa para retomar el blog, y mira por dónde, la encontré. ME ENCANTA dar clase de la asignatura de aprendizaje. De verdad, es uno de los temas que adoro. Y como veo que hay mucha gente que tiene problemillas para entender algunos conceptos, me he dicho: Pues voy a intentar ayudar. Así que aquí estoy, dispuesto a hablaros de la forma de aprendizaje más sencilla que probablemente existe. ¿Me acompañáis un rato?*

Habituación: qué pasa cuando repites, y repites…

Bueno, como casi todos los y las estudiantes de psicología saben, algunos estímulos tienen la propiedad de producir una respuesta reconocible en los organismos, que no necesita ser aprendida sino que puede ser refleja, o incondicionada. Por ejemplo:

Si me pegas un grito sin mediar aviso cuando estoy distraído escribiendo el blog, lo más probable es que me cague en todo lo que se menea me lleve un susto de muerte y se me ponga el corazón como el de un colibrí. Que ya te vale con las bromas pesadas.

Otro ejemplo: si voy a visitar a la familia y le llevo un regalo a mi sobrina de tres años, seguramente tendrá una reacción de alegría y se abalance a desenvolverlo con toda el ansia. Es el efecto que producen los sustos y los regalos, ¿verdad?

Ahora bien. Imagina que cualquiera de estas dos situaciones se repite con cierta frecuencia. La primera vez que me pegas un susto por poco me matas, pero si intentas hacer lo mismo cada media hora pensaré dos cosas: que ya no me asustas por más que grites, y que necesito que te tomes unas vacaciones bien lejos de mí, José Ricardo. Y lo mismo con mi sobrina: la primera vez que le hago un regalo le hace ilusión, pero si todos los días le llevo el mismo puñetero puzle de Mickey Mouse yo creo que se acabará cansando, ¿no?

Pues bueno, esto que estoy describiendo y que es tan cotidiano se llama habituación. Lo que sucede es que un estímulo te producía inicialmente una respuesta más o menos intensa (como el respingo por el susto, o la ilusión por el regalo), pero si lo repetimos y repetimos, acabaremos por debilitar dicha respuesta. Sencillo, ¿verdad?

Podéis pensar más ejemplos: ¿Por qué tras el primer día en clase de crossfit me quiero morir del dolor, pero al cabo de tres meses hasta me sabe a poco cada sesión? Habituación. ¿Por qué al entrar en una casa con un problema de cañerías me molesta el olor, pero si paso unos días viviendo allí ya ni lo noto? Habituación. ¿Por qué el primer día de vacaciones no te deja dormir el ruido del tráfico constante que pasa frente al apartamento que has alquilado, pero un par de semanas después no lo notas? Habituación. ¿Por qué la primera vez que me comí un kebab me pareció una exquisitez, pero si lo hago tres veces por semana acabo aburrido de tanta salsa de yogur? Habituación. Y así…

¿Es la habituación permanente? No tiene por qué. Podemos hablar de habituación “a corto plazo” o “a largo plazo”. La cuestión es que si, una vez que la respuesta a un estímulo se ha habituado, pasamos una temporada más o menos larga sin volver a exponernos, la respuesta original puede reaparecer (lo llaman recuperación espontánea). Así, durante todo el curso te habitúas al sonido del despertador y lo introduces en tu rutina, pero después de las vacaciones que te has pegado sin madrugar, levantarse de la cama los primeros días de septiembre es un infierno. En navidades acabas harto de comer mantecados, pero cada año, cuando compras la primera remesa en noviembre, los vuelves a coger con ganas.

Lo fundamental de la habituación es que es un tipo de aprendizaje sencillo, por lo tanto ni siquiera forma parte del “aprendizaje asociativo”, porque no consiste en asociar dos estímulos entre sí. Es simplemente una forma de aprendizaje que implica ir reduciendo la respuesta conforme un mismo estímulo se repite varias veces. No te compliques la vida.

Es tan sencillo, tan sencillo, que lo podemos observar en seres muuuuy diferentes a los seres humanos: en invertebrados como la babosa de mar Aplysia (lo cual nos ha brindado una oportunidad de lujo para estudiar el proceso a nivel neuronal), o en los gusanos (planarias)…

…¡O incluso (aunque esto es controvertido) en plantas como la Mimosa pudica! ¿Veis esa respuesta de retracción de las hojas? Pues la estimulación repetida puede hacer que se debilite, igual que en los ejemplos anteriores.

Sensibilización, cuando no estás de humor para tonterías

Claro que, si la cosa fuera tan, tan sencilla de entender, los estudiantes de psicología no tendrían tantos problemas en clase y yo no estaría escribiendo este post. Y es que a veces la estimulación repetida no produce habituación, sino otra cosa. Que aparentemente tiene el resultado opuesto.

Imagina que anoche te fuiste de fiesta y hoy estás con un resacón del quince, pero aun así has venido a trabajar. Entonces llego yo y te pregunto que dónde está la grapadora. Tú me miras con ojos vidriosos intentando procesar la pregunta, así estás de lento de reacción porque ya se sabe, noches alegres, mañanas tristes. Antes de que contestes ya he vuelto a la carga: “La grapadora, ¿sabes dónde está?”. Empieza a borbotear en tu garganta lo que quiere sonar a gruñido y ya está otra vez la vocecita “¿no lo sabes? La grapadora. Solía estar aquí. ¿Te suena dónde está?”. Cada vez que te repito la misma puñetera pregunta se te va clavando en el selebro, como un alfiler. Y otra vez la pregunta. Y otra.

En este caso, también hay una estimulación repetida. Pero si en la habituación la repetición del estímulo conduce a que se vaya reduciendo la respuesta, en la sensibilización es al revés. Cada vez que te pregunto te encabronas más porque te molesta mi voz.

El término “sensibilización” ya nos da una pista: estás más sensible. Es como cuando te ponen una inyección muy dolorosa en el brazo, y después alguien te roza sin querer la zona del pinchazo, y esa sensación que normalmente no te molesta ahora es como si te restregaran una lija del siete. Te vuelves más sensible a la estimulación y por lo tanto tus respuestas son más exageradas.

Pero habituación y sensibilización no son el mismo proceso. De hecho, es fácil observar diferencias, aparte de lo evidente de que tienen resultados opuestos (habituación: menos respuesta / sensibilización: más respuesta). Mientras que la habituación es específica del estímulo, la sensibilización no lo es. ¿Y esto que significa? Te lo explico:

La primera vez que me pegaste un grito sin avisar me dio un vuelco el corazón del susto. Cuando fuiste repitiendo tu bromita, esa respuesta (el susto) a ese estímulo (el grito) se habituó. Eso quiere decir que si vuelves a intentar asustarme gritando, no te funcionará. Ahora bien, esto no significa que ahora yo sea Daredevil, el invulnerable hombre sin miedo. No, habrá otras cosas que me asusten. No sé, échale imaginación: enséñame una araña (culona), vístete de vampiro, o de informe secreto de la ANECA. Verás cómo entonces me acojono otra vez. Porque a esos estímulos NO estoy habituado, solo a tu grito. La habituación es, por tanto, específica de un estímulo concreto.

Fíjate en cómo sabemos si la habituación es específica del estímulo: ¡cambiando el estímulo por otro! (y comprobando que la respuesta ya no está habituada a todos los estímulos posibles).

Sin embargo, la sensibilización no funciona así. Si tienes resaca, no solo te molesta mi voz cuando te pregunto por la grapadora de marras. Te molesta la radio con la Rosalía a todo trapo, te molesta el ruido de la impresora… Te molesta todo porque estás sensibilizado, y la sensibilización *no* es específica de un estímulo concreto, sino que es un estado general en el que la respuesta (en este caso, la molestia) se magnifica.

Eso sí, ambos fenómenos se producen por la estimulación repetida. Eso es lo que tienen en común, y tiene que quedar claro para no confundirlos con otros diferentes.

¿Por qué a veces me habitúo, y a veces me sensibilizo?

Por regla general, la estimulación repetida conduce a la habituación. Pero en ocasiones nos puede llevar al otro resultado, la sensibilización. ¿Por qué esta diferencia?

Hay un experimento clásico que se realizó con ratas y que nos da alguna pista (**). Veréis, los animales tenemos un tipo de respuesta que damos cuando algún estímulo, como un ruido fuerte y repentino, nos pilla desprevenidos. Lo llamamos “respuesta de orientación” (“startle response”). En los humanos puede consistir en dar un respingo o levantar la cabeza y abrir los ojos para no perder detalle, y en las ratitas se manifiesta como una postura corporal muy característica, con el lomo arqueado como veis en la imagen. 😍

A unos científicos se les ocurrió la idea de repetir la estimulación (un ruido repentino) que provoca esta respuesta de orientación en ratas (Davis, 1974). Lo que pasa es que había dos grupos de ratas. En el primer grupo, el ruido repentino era de una intensidad media (60 dB), ni demasiado fuerte ni demasiado flojo. En el segundo grupo, el ruido era un bocinazo bien fuerte (80 dB). En la figura tenéis los resultados:

El eje vertical recoge la intensidad de la respuesta de orientación. Como podéis ver, en la figura de la izquierda tenemos al grupo de ratas que escucharon el sonido de intensidad media. La línea descendente indica que, al ir repitiendo ese sonido, la respuesta de orientación (ese “¿qué pasa, qué es ese ruido?”) va descendiendo. Es decir, se va habituando.

Pero en la figura de la derecha tenemos el grupo que se expone al ruido fuerte, ¡y vemos el resultado opuesto! Cuanto más repetimos el ruido, más reacciona la rata. Está sensibilizada.

Es decir, el mismo sonido parece que ha sido capaz de afectar a la conducta de maneras diferentes en función de su intensidad. Estímulos suaves tienden a habituarse (el ruido de fondo de la impresora, el murmullo del aire acondicionado…), reduciendo la respuesta inicial, mientras que estímulos más fuertes sensibilizan con cada repetición, produciendo respuestas más y más intensas (como aquel lunes en la oficina, que te pregunté por la grapadora nada más que unas pocas veces y al final acabé con un ojo morado por algún motivo que evidentemente no viene al caso).

Lo que pasa es que cuando investigamos un poco más, vemos que la cosa es un poquito más compleja y que realmente los dos procesos, habituación y sensibilización, pueden ocurrir a la vez. ¿Pero cómo es posible?

Pues bien, según la teoría de los dos procesos, habituación y sensibilización son precisamente eso, dos procesos independientes que actúan al unísono, en paralelo, cada vez que la estimulación se repite. La conducta que observamos (respuesta que aumenta o que se reduce) es el resultado de la combinación de ambos procesos. Es decir, si la sensibilización es más fuerte que la habituación, eso es lo que veremos en la ratita del experimento, o en el humano con resaca y mal genio. Es una carrera de a ver quién gana.

¿Por qué a veces gana un proceso y a veces el otro? ¿De qué depende? ¿Y por qué la habituación es específica del estímulo que se presenta, mientras que la sensibilización no? Ahí la teoría nos propone una caracterización de los dos procesos que lo explica. La habituación y la sensibilización son resultado de dos sistemas diferentes en el organismo: el sistema estímulo-respuesta es un sistema de aprendizaje que conecta el input sensorial con las respuestas, y por lo tanto admite especificidad (respuestas concretas para estímulos concretos). Este sistema es el responsable de la habituación.

Por otro lado, el sistema de estado (que no implica un aprendizaje en sí) determina nuestra predisposición a responder a estímulos excitantes, en general. Y esta predisposición general aumenta o disminuye según algunos factores como si hemos descansado o no, si estamos nerviosos, si estamos bajo los efectos de alguna sustancia… Este sistema es el que produce la sensibilización. Así se entiende cómo este proceso no tiene esa capacidad de ser específico con algunos estímulos y no con otros, y que lo observemos sobre todo cuando estamos alterados (como aquella vez que viniste con resaca a la oficina y la grapadora no apareció en todo el día, qué cosa más rara y qué irritable estabas, y yo tuve que ir a urgencias porque acabé con un ojo morado por un motivo que no tenía nada que ver con esto).

Adaptación sensorial, fatiga, y otros fenómenos que nos lían

Ya casi acabo, prometido. Y llegamos a una de las partes que más suelen llevar a error a los estudiantes de primer curso. Resulta que hay algunos fenómenos que se pueden confundir con la habituación, pero que *no* son habituación (ni siquiera son aprendizaje), y ya tenemos el lío montado. Así que vamos a ver cómo los distinguimos…

Adaptación sensorial: Bueno, pues aquel día que estaba buscando la grapadora por la oficina, como estabas tan irritable, me salí un momento a la calle a darme una vuelta, a ver si me despejaba. Ya sabéis: Granada, 40 grados en junio, un solazo… Y yo sin mis gafas de sol. A los quince minutos, preocupado porque no se me ocurría dónde podría estar la grapadora, volví a la oficina y me encontré con que habías apagado todas las luces y bajado las persianas. Claro, hijo mío, con la resaca te molestaba la luz, ¿eh? El caso es que como venía de la calle, de estar a la solana, al entrar en la oficina con todo cerrado no veía ni torta. Todo negro.

Y por eso tropecé con algo al entrar, un objeto pequeño al que di una patada sin verlo, y haciendo ruido con el golpe. Tuve que esperar unos minutos para que mis ojos se acostumbraran a la escasez de luz. Y entonces ya podía verte sentado en tu escritorio y refunfuñando que si soy un torpe, que si hago ruido…

Veamos: cuando salgo a la calle, el sol me deslumbra y necesito unos minutos para adaptarme a tanta luz. Y cuando entro en una habitación oscura, lo mismo. Podríamos confundir esta adaptación sensorial con la habituación o con la sensibilización, ya que implica cambios en mi capacidad de responder. De hecho no he sido capaz de esquivar un objeto que había en el suelo.

Pero si lo piensas bien, te darás cuenta de que la adaptación sensorial no tiene nada que ver con la habituación. Primero, la habituación es un fenómeno de aprendizaje que sucede en el sistema nervioso, mientras que la adaptación sensorial ocurre en los órganos de los sentidos (mis ojos, mis oídos). Segundo, la habituación puede ser a largo plazo, pero la adaptación sensorial es muy transitoria, cuestión de segundos o, como mucho, minutos. Por supuesto, la adaptación sensorial no es específica del estímulo: no es que no vea los objetos de determinado tamaño o los de determinado color… es que no veo nada. No hay especificidad. Ostras, ahora que lo pienso: ¿y si el objeto al que di la patada cuando iba todo cegato era la grapadora que buscaba? 😨

La tabla siguiente resume las diferencias entre habituación y adaptación sensorial:

Fatiga: El otro fenómeno en discordia es la fatiga. Si te apuntas al gimnasio y te pones a levantar pesas, notarás cómo al hacer las series hay un punto a partir del cual ya no puedes seguir (ese momento en el que los gurús del gimnasio te miran con aprobación y dicen: eso, eso, “al fallo”, ahí estás entrenando bien). …CINCO… SEIS… Y…. SIEEEEE…. TEHH. <no puedo más>

Vale, pues si justo en ese momento alguien te pide que le acerques un objeto pequeño y más o menos ligero (como una grapadora), y el movimiento implica los mismos músculos que acabas de fatigar, verás cómo no puedes hacerlo. El músculo no puede, se siente, está de huelga.

Claro, esto se podría confundir con la habituación: hay una respuesta que antes podías hacer (coger una grapadora y levantarla del suelo) pero ahora no, y se debe a la estimulación repetida (por levantar las pesas siete veces).   Sin embargo, ahí acaba el parecido entre las dos cosas. La fatiga no es un proceso de aprendizaje, no sucede en el sistema nervioso, no es duradero (por suerte, solo dura un par de  minutos)… Ahí va otra tabla resumen para que no os lieis.

Conclusiones

Me alegro de que hayamos llegado hasta aquí y apenas me haya apoyado en experimentos con ratitas y procedimientos extraños. Al fin y al cabo la habituación es un proceso cotidiano y muy, muy común en los seres humanos, así que para qué complicarlo más. Espero que esto sirva para prevenir algunos malentendidos.

Por cierto, por si alguien estaba preocupado: ¡APARECIÓ LA GRAPADORA! No sé cómo, pero estaba dentro de un postre de gelatina. Algún gracioso ha querido gastarme una broma. En fin.

(*) Como siempre, chiques, voy a simplificar mucho. Habrá inexactitudes y generalizaciones un poco burdas. Pero el objetivo es que se entienda el concepto, y si no simplifico no sirve de nada este post porque para eso tienes el manual de la asignatura lleno de experimentos con ratas, claro.

(**) Tardaban en salir los puñeteros experimentos con ratas. ¿Cómo vamos a hablar de aprendizaje sin mentarlos? De verdad, hace falta repensar cómo enseñamos esta asignatura.

Referencias

  • Davis, M. (1974). Sensitization of the rat startle response by noise. Journal of Comparative and Physiological Psychology, 87(3), 571–581. https://doi.org/10.1037/h0036985
  • Domjan, M. (2015). The Principles of Learning and Behavior. Austin, TX: Wadsworth
  • Glanzman D. L. (2009). Habituation in Aplysia: the Cheshire cat of neurobiology. Neurobiology of learning and memory92(2), 147–154. https://doi.org/10.1016/j.nlm.2009.03.005
  • Prados, J., Fisher, C., Moreno-Fernández, M. M., Tazumi, T., & Urcelay, G. P. (2020). Short- and long-term habituation of photonegative and exploratory responses in the flatworm planaria (Dugesia). Journal of experimental psychology. Animal learning and cognition46(3), 354–365. https://doi.org/10.1037/xan0000256
  • Serpell, E., & Chaves-Campos, J. (2022). Memory and habituation to harmful and non-harmful stimuli in a field population of the sensitive plant, Mimosa pudica. Journal of Tropical Ecology, 38(2), 89-98. doi:10.1017/S0266467421000559

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